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jueves, 10 de marzo de 2011

Precio de la gasolina podría agravar la economía en Estados Unidos

Luego de que algunos recientes reportes aseguraron una ligera mejora en la economía de Estados Unidos, debido en parte a cierta disminución del nivel de desempleo nacional, el problema del precio de la gasolina comienza a preocupar seriamente a todos, porque indudablemente podría incidir en una posible alza de precios de otros productos de primera necesidad.

A raíz de los sucesos en el Medio Oriente y el Norte de África, se ha apreciado un ascenso astronómico del precio del combustible. Está claro que la crisis en esas áreas geográficas ha incidido en un retroceso en cuanto a la producción de petróleo y por ende, en un alza considerable de su precio en el mercado mundial. En Estados Unidos, por ejemplo, el promedio nacional del precio del galón de gasolina se acerca a los cuatro dólares, muy diferente a los 2,75 dólares que presentaba el año pasado por esta fecha. Este cambio repentino y negativo podría ser letal para una recuperación económica.

Incluso a nivel de gobierno, algunos demócratas han valorado la posibilidad de echarle mano a la Reserva Estratégica de Petróleo (SPR), para atenuar la presión de los precios, pero los republicanos plantean que esta posibilidad es factible sólo en casos de extrema emergencia y a la vez sugieren a Obama dejar su  pasiva política para que de una vez permita la exploración de petróleo en Estados Unidos y otras fuentes domésticas como son Alaska y el Golfo de México.

No es menos cierto que esta crisis  no deja de ser una oportunidad para magnates especuladores, que aprovechan el momento para embolsarse unos cuantos millones. Por tanto, algunos analistas especulan que no sería nada extraño que de un momento a otro,  y sin causas muy claras, dichos precios comiencen a retornar a la normalidad.

Alza del petróleo: una tormenta perfecta

EL CONFLICTO en Medio Oriente y su consecuente impacto sobre el precio de los combustibles a nivel local definitivamente llegó en mal momento. El mundo, Chile incluido, se encontraba, previo al inicio de los problemas en Egipto, en un proceso de recuperación gradual, con una serie de debilidades financieras que estaban afectando principalmente a los mercados desarrollados de Europa, y enfrentando importantes presiones por el lado de los precios de los alimentos.
Esto, unido a las extraordinariamente expansivas condiciones monetarias adoptadas para impulsar las economías domésticas, post gran crisis financiera, había puesto sobre el tapete el temor a presiones inflacionarias que pusieran en jaque a las autoridades.

Chile no ha estado exento de los mismos problemas. El Banco Central ha debido enfrentar condiciones económicas complicadas y decisiones difíciles, mientras el peso, impulsado por las paridades del resto del mundo, sufre una importante apreciación, afectando la capacidad de desarrollo de los sectores exportadores y, con ello, la capacidad de crecimiento futuro de nuestra economía.

 La fuerte recuperación de la demanda interna, unida a las importantes presiones en los precios externos de los alimentos, impulsaron al alza la inflación, elevando en forma considerable las expectativas de inflación, las que se desanclaron del objetivo  inflacionario del Banco Central.
En medio de este proceso, Medio Oriente entra en conflicto y su consecuencia directa sobre nuestra economía es una fuerte alza en el precio internacional del petróleo, que lleva como efecto directo un alza en los combustibles refinados del petróleo y efectos indirectos en los costos de generación de energía y de transporte, costos que se traspasan en forma más o menos inmediata a los consumidores.

La decisión de las autoridades se complica aún más. En presencia de presiones sobre el tipo de cambio, la opción es disminuir la brecha entre la tasa de interés interna y la externa, disminuyendo la tasa de política monetaria.

 Pero una demanda interna fuerte y presiones inflacionarias provenientes del sector alimentos y combustibles indicarían alzas importantes en la tasa de interés de política, con el objetivo de frenar el crecimiento de la demanda interna y, con ello, frenar -al menos- el crecimiento de los precios del sector de bienes no transables.

 Ello traería como consecuencia una mayor apreciación del peso y sus efectos negativos sobre el ya golpeado sector exportador.

Por otro lado, algo de ayuda podría provenir del sector fiscal, pero para ello sería necesario cortar el gasto, acción nada deseada por los gobiernos, menos cuando aún queda mucho que hacer en términos de reconstrucción.

El manejo económico en aguas turbulentas no es fácil. Menos lo es en medio de una tormenta que se asemeja a la perfección.

Toda acción provoca una reacción y, en este caso, las reacciones se contraponen entre sí. Definitivamente, es la hora de buscar soluciones innovadoras y de pensar fuera del cuadrado.